domingo, 8 de diciembre de 2013

¡Ama y haz lo que quieras!




"No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti". Esta fórmula es conocida como la "regla de plata" (o regla de oro negativa), pero en el Evangelio es recogida una fórmula un tanto diferente, que va más allá, y es la llamada "regla de oro" (positiva): Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos (Mt, 7, 12). Sin embargo, el principio de la ética cristiana, a mi modo de ver, está en una sentencia de San Agustín que va más allá de estas reglas, al decir: Ama y haz lo que quieras. Va más allá, porque trasciende la propia esfera individual. Las reglas de plata y de oro tienen como base la empatía: ponerse uno en el lugar del otro para no hacer al otro lo que no quiere que se le haga a uno, o hacer al otro lo que querríamos que nos hicieran a nosotros. La sentencia de San Agustín incluye la regla de oro, pero va más allá, pues no tiene como base la empatía, sino la libertad, porque, como decía San Buenaventura, libertad es amor. 

Pero, ¿qué tipo de amor? ¿Acaso por amor no se cometen tantos crímenes? Conviene, pues, ir al texto original para entender la sentencia del obispo de Hipona: Dilige, et quod vis fac. Hay dos exhortaciones dentro de esta sentencia: 1) ama, y 2) haz lo que quieras, la segunda de las cuales tiene necesidad de la primera. Para la primera exhortación San Agustín usa la palabra “dilige", forma imperativa del verbo diligere. El verbo diligere significa amar reflexivamente, con un amor racional. Esto no significa que sea amor especulativo o científico, lo cual podría ser algo absurdo, sino que alude a un amor anclado en la verdad (caritas in veritate), un amor que, al volver la vista a la altura celeste, recibe la dignidad de lo permanente, de lo eterno. No es un amor que tal como viene se va, no es un amor caduco, que ahora es y luego ya no. Por tanto, cuando San Agustín nos dice ¡Ama!Dilige!-, nos está llamando a amar libremente, a amar con un amor libre de lo perecedero. 

            La segunda parte de la sentencia es haz lo que quieras. Es necesario, por un lado, reiterar su dependencia del imperativo ¡Ama!, para que no caiga en una llamada al libertinaje. En efecto, ¡Ama! va más allá de la responsabilidad: la libertad es responsabilidad allá donde no llega el amor, pero si el amor todo lo cubre, la responsabilidad ya no tiene sentido, pues se presupone, y entonces la libertad es verdadera y plena. Por otro lado, cuando San Agustín dice haz lo que quieras, no nos está queriendo decir que hagamos cuanto nos apetezca hacer. El apetito es esclavizante, no tiende naturalmente al bien, sino que puede tender también al mal. Está inserto en la mutabilidad, por lo que pasa del bien al mal lo mismo que del mal al bien. Por esta razón, el apetito es ciego, carece de luz, y hace caminar a tientas y tropezarse y caer. Por supuesto, no es esto lo que nos dice San Agustín que hagamos. Sus palabras en latín son quod vis fac: la forma verbal que usa para decir quieras es vis, presente del subjuntivo del verbo cuyo infinitivo es volere, del cual deriva la palabra “voluntad”. Este querer es un querer racional y libre, un querer que tiene luz, que sabe de dónde viene y a dónde va. En este sentido, el querer se contrapone al apetito. La voluntad, puesto que tiene luz, se dirige al bien, mientras que el apetito se mueve en la oscuridad y no tiene discernimiento del bien y del mal. Por tanto, haz lo que quieras es una llamada a hacer con libertad cuanto quiera hacerse, pero con la luz del intelecto que discierne entre el bien y el mal y tiende al bien. 

Así podemos entender lo que San Agustín quería decir con Ama y haz lo que quieras y lo que sigue a esta exhortación: "si te callas, hazlo por amor; si gritas, hazlo por amor; si corriges, también con amor; si te abstienes, por amor. Que la raíz de amor esté dentro de ti y nada pueda salir sino lo que es bueno." (Homilía VII, párrafo 8).

1 comentario:

  1. "Ama y ensancha el alma", dijo otro que tiene poco de santo.

    El amor es imprescindible. Ojalá ese mensaje calara, sin contaminar el término con eso que llaman "amor romántico".

    ResponderEliminar